Si te sientes constantemente preocupada por lo que piensen los demás y actúas pensando en su bienestar antes que en el tuyo, este articulo te interesa.
Decir que si o no a todo nunca es la respuesta y menos cuando lo hacemos para complacer a los demás. Lo vimos en la película “Sí señor” de Jim Carrey (spoiler alert), donde el actor protagoniza la vida de Carl Allen, un hombre absolutamente amargado por su divorcio.
El protagonista se empeñaba por decir que no a todo y hundirse en un vaso de agua. Hasta que un día, decide poner un freno a lo que le pasaba yendo a un grupo de autoayuda. En ese primer encuentro escucha con mucha atención a la voz del guía, quien les dice a los presentes que si comienzan a decir que sí a todo, su vida cambiará, pero que si no lo hacen, caerá una “maldición” sobre ellos. Carl cree cada palabra que escucha en el encuentro y comienza a decir que sí a absolutamente todo. Y, a diferencia de lo que le pasaba antes (cuando decía a todo que no), comienza a ver que se le abren oportunidades.
Sin embargo, con el correr del tiempo empieza a darse cuenta que decir que sí a todo lo estaba afectando enormemente, por lo que decide acercarse a hablar con el guía y contarle lo que estaba pasando (además de confesarle que temía que le cayera la maldición). Es entonces cuando este hombre le pregunta que cómo puede haber creído en ello, que era simplemente un chiste y que, en la vida, no se puede decir que sí ni que no a todo. Y, finalmente, el protagonista comienza a regularlo.
¿Por qué traigo este ejemplo? Porque a muchas personas -como a Carl- les resulta “útil” que alguien les diga lo que tienen que hacer. Sin embargo, al hacer eso terminan adaptándose a las necesidades de los demás. Y si bien puede parecer cómodo, hacer lo que nos dicen los demás puede ser perjudicial.
Así, cada vez que cedemos a un jefe que nos dice que tenemos que hacer otras extra en el trabajo o fuera del trabajo aunque nadie nos las pague, estamos siendo complacientes con los demás, no con nosotras.
Pero, ¿por qué siempre tratamos de complacer a los demás?
Hay distintas razones por las que podemos estar pendientes de complacer a los demás, entre ellas:
Creencias arraigadas del pasado.
Enseñanzas aprendidas en la crianza.
Autoestima baja.
“Comodidad” al no tener que hacer una introspección más profunda para saber qué desean, qué no les gusta, etcétera.
Pero cuidado: no hay que confundir el ser amable con complacer a los demás. Ser complacientees decir que sí, aunque queramos decir que no o ceder mucho para no tener que decidir.
¿Cuáles son las consecuencias de ser una persona complaciente?
Ahora bien, si somos personas complacientes podemos experimentar algunos síntomas que no se sienten tan bien, como culpa, ansiedad, frustración, sensación de insatisfacción constante, irritabilidad, enojo y dudas ante distintas situaciones sociales.
Otra consecuencia clara es el sufrimiento y las expectativas: algunas consultantes me dicen “yo por él di tanto y él por mí no” o idealizan tanto a los demás y lo que los demás desean que terminan con un resultado negativo. Además, hay personas con personalidades de tipo abusivas que saben que su pareja es muy complaciente y se exceden en la cantidad de demandas.
Finalmente, al ser complacientes podemos seguir perpetuando vínculos que quizá no tienen un ida y vuelta, como acompañar siempre al otro y, al querer realizar una actividad, no encontrar respuesta positiva para hacerlo. Si quieres saber qué tan complaciente eres, haz este autotest.
¿Se puede cambiar el ser complaciente?
Afortunadamente para quienes lo desean, se puede dejar de ser complaciente o modificar los modos, trabajando en no ser demasiado complacientes. En ese sentido, se puede:
Hacer ejercicios en casa como la escritura terapéutica
Llevar un diario
Hacernos una carta a nosotras mismas
Anotar nuestras fortalezas y debilidades
Hacer meditaciones guiadas
Trabajar en mindfulness para gestionar de otra manera las emociones
Juzgarse menos o -en lo posible- no juzgarse
Mirarse desde un lado más amoroso
Ampliar nuestro círculo de relaciones o amistades a uno donde nos acepten como somos y donde podamos sentirnos cómodas de decir “sí” o “no” cuando nos plazca.
No obstante, si en tu caso comparas lo que das y recibes y empiezas a cuestionar tus vínculos y habilidades, es momento de hacer terapia. Las sesiones son una muy buena herramienta para trabajar en la excesiva complacencia y en todo lo que hay detrás de ellas. Si quieres agendar una, hablame a través de este enlace.
Importante: el abordaje de este artículo no se puede generalizar. Para obtener un diagnóstico y herramientas adecuadas a tu caso en particular, debes realizar una consulta con un profesional.
Si te sientes constantemente preocupada por lo que piensen los demás y actúas pensando en su bienestar antes que en el tuyo, este articulo te interesa.
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