La mayoría de las mujeres crecimos con la idea de un amor romántico perfecto. Lo veíamos por todos lados: en películas donde la protagonista conocía al amor de su vida y obtenía el beso deseado (rodeada por músicas perfectas, lucecitas de colores y cupido flotando en el aire); en novelas; en el teatro; en los libros.
Sin ir más lejos, en nuestros hogares se veía a “La familia Ingalls”, una serie en la cual la mujer lo soportaba todo por amor y era abnegada o a “Mujer bonita”, donde la protagonista era en realidad una acompañante pagada y transformada en lo que el protagonista quería.
Pero, ¿se puede decir que ese amor sin aparentes riesgos y con final feliz es así? Vamos por partes.
¿Se puede vivir un amor sin riesgos?
Te lo pregunto de otra forma: ¿qué crees que sentiría la protagonista meses después o años después de ese “final de película”? ¿todavía seguiría tan romántica, aguantando, pensando que todo es perfecto? ¿o estaría pensando que, al final, no todo era como lo había pensado?
La respuesta más contundente y “pincha globos” es no y te explico por qué: en el amor siempre se pierde algo, ya que implica poner nuestra vulnerabilidad en manos de otro. Sin embargo, esto no significa que nos perdamos y dependamos exclusivamente del otro, dejando de existir, sino que nos indica que en el amor siempre hay un “costo de oportunidad”: se gana y se pierde.

Ganamos a una persona con la cual pensamos que podemos compartir muchísimas cosas y “perdemos” ese tiempo que le vamos a dedicar. Y ganamos un poco más de felicidad de la que teníamos antes (si es que esta relación es sana), mientras perdemos otra cosa que antes nos daba felicidad.
Amar se trata entonces de mostrarnos vulnerables, de ser como somos y de aceptar al otro como es. Y eso implica llegar a un acuerdo mutuo compartiendo valores en común, algo que nos identifique y algo que nos guíe hacia el futuro.
¿Por qué hay personas que evitan el riesgo?
Si todos entendemos que amar implica tomar riesgos, puede que te estés preguntando entonces por qué hay personas a las que les cuesta arriesgarse o por qué a tí te cuesta arriesgarte. Pero no hay una única respuesta:
- Puede suceder que la persona no quiera tomar riesgos por el estilo de apego o crianza que tuvo.
- También puede pasar que esa persona haya tenido experiencias que le hicieron entender que “el amor no es para ella”.
- Puede suceder también que quien teme tomar el riesgo tenga en realidad un autoestima muy baja y no confíe totalmente en ella o en el otro.
- Asimismo, se puede temer que la relación no funcione.
- E incluso puede pasar que valore tanto su independencia que tema perderla estando en pareja.

Sea como sea, afrontar ese riesgo dependerá del deseo que tenga la persona por hacerlo, independientemente de si está enamorada de alguien o no. Los beneficios son claros:
- Cuando te permites amar y ser amada, aprendes más sobre ti misma: cómo gestionas tus emociones, cómo te relacionas con otros y qué necesitas para sentirte plena.
- Superar el miedo al amor también te ayuda a desarrollar habilidades como la comunicación, la empatía y la resiliencia ante conflictos o rupturas.
- Por su parte, abrirte al riesgo te brinda la posibilidad de vivir experiencias únicas de conexión y felicidad.
- Y, finalmente, te hace más fuerte en otras áreas de la vida, enseñándote a manejar la incertidumbre sin que el miedo te paralice.
¿Cómo podemos amigarnos con el riesgo?
Si de verdad quieres amigarte con el riesgo a amar, entiende que para crecer, la vida te pide que tomes riesgos. Y, de hecho, ya te enfrentó a varios: a caminar, a pasar de año en el colegio, a tomar decisiones en tu trabajo o con tu carrera profesional.
Me atrevo a decir que la incertidumbre es inevitable, pero no lo digo para que te resignes, sino para que sepas que es gestionable. Por ello, te sugiero que comiences cambiando tu percepción sobre el riesgo y que, en lugar de verlo como una amenaza, lo veas como una oportunidad.
Además, en caso que hayas sufrido como consecuencia de experiencias pasadas, podrías comenzar aplicando técnicas de mindfulness y conectar poco a poco con tu nuevo presente.
Otras herramientas que podrían servirte son:
- Conocerte más.
- Confiar en tu capacidad de resiliencia.
- Aceptar que no puedes controlarlo todo: que llueva o que no llueva no está en tus manos.
- Tener vínculos saludables en todos los ámbitos de tu vida también te serviría.
- Y amarte primero a ti.
Si necesitas ayuda para realizar este proceso, puedes escribirme. Estoy aquí para acompañarte.
Importante: el abordaje de este artículo no se puede generalizar. Para obtener un diagnóstico y herramientas adecuadas a tu caso en particular, debes realizar una consulta con un profesional.